AUSTIN, Texas.– En la ruidosa “Hoguera de las vanidades” moderna que es la Fórmula 1, entre invitados VIPs, directores de cine, millonarios estadounidenses y músicos de fama nacional, Franco Colapinto detuvo su Williams FW46 en el sitio de la largada. Mientras sus mecánicos enfriaban con hielo seco los radiadores, saltó del auto y se fue a los garajes. Volvió a los cuatro minutos y junto a su ingeniero de pista, Gaetan Jego, y el jefe de equipo, James Vowles, recibió las últimas instrucciones para la carrera Sprint.